martes, 6 de diciembre de 2011

Dr. Clandestino (parte IV)

Su pensamiento me llamo y yo me hice presente.

Estábamos los dos ahí sentados, frente a frente.

Me miraba tan perverso que destilaba placer, sus manos inquietas iban y venían.

Mi voz se empezó a transformar y mi mirada se posó en un solo lugar.

Con su boca ya en mi cuello y mi lengua en el borde de su oreja, la respiración ya era otra, empezábamos a flotar.

La piel se sonrojo del calor, el olor ya era uno.

Las palabras agitadas se oían mucho mejor y las sonrisas complices nos hacían ver como dos adolescentes.

Los besos buscaban algún lugar libre donde ir, algún camino por recorrer.

Las manos eran casi como la lupa de nuestras miradas, se dejaban sentir.

El placer extrasensorial era interminable, no queríamos despegarnos, disfrutábamos del ruido de nuestra piel.

La respiración se empezaba a entre cortar cada vez más seguido, hasta que se libera un grito de placer al unísono, y ambos nos desplomamos uno sobre el otro, y luego el silencio que siempre llega pero que se disfruta, ese silencio que no perturba.



Nota carnal: El doctorcito tiene ese “que se yo”… que NO tuvo ni tiene ningún otro, definitivamente.

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