martes, 5 de julio de 2011

Dr. Clandestino (Tercera parte)

No terminabamos de subir la escalera y sus manos ya estaban agarrando firmemente mi cintura.

Llegamos al piso y me estampo contra la primer pared que había cerca, lo deje recorrer con su boca todo mi cuello, mientras apretaba su pecho contra mi espalda.

Entramos, yo ni siquiera había desayunado y el todavía tenia cara de dormido, nos besamos, le ofrecí una taza de té que era lo que yo estaba por tomar y el me dijo con la cabeza que no, sonrió y me envolvió con sus brazos para llenarme de a poco con besos.

No era claro todavía quien estaba mas caliente de los dos, lo mismo daba… el fuego era uno.

Nos sentamos unos segundos, yo intente tomar un sorbo de mi té pero el de nuevo se acerco y me abrazo con todas las extensiones de su cuerpo, no había manera de escaparme de ese abrazo, tampoco quería escaparme, solo quería quedarme ahí, sobre su pecho, sostenida entre sus olores.

Los besos empezaron a ser cada vez mas fuertes, las manos ya casi no tocaban… mas bien comenzaban a apretar, la ropa empezaba a volar, esta vez el primero que quedo desnudo fue él, él era el objeto de deseo en ese momento. Me llevo suavemente hasta la cama, donde yo me quede parada y el se sentó para quedar cerca de mi pecho y poder llenar de besos cada centímetro de mi piel, nos oliamos, nos tocábamos, nos escuchábamos, nos sentíamos.

La mañana pasaba y yo me hundía en su cuerpo, mi pelo se soltó para enredarse entre sus dedos, sus suspiros eran casi gritos, su entrega era simple y pura. El éxtasis comenzaba a brotar, pero yo no quería terminar, ahí me quería quedar otra vez, entre sus brazos. Pero el éxtasis llego al ápice mientras de fondo sonaba Edith Piaf con su “La vie en Rose”, version Louis Amstrong. Luego, vino nuestro habitual minuto de silencio, en donde quedamos en el limbo un rato, solos con los vientos de Amstrong, antes de volver a la realidad. Quince minutos mas tarde nos despedimos en la puerta con un abrazo, y cada uno volvió a su rutina, como si el día recién empezara.

Tengo la certeza de que podemos ser amantes eternos, porque cada vez es como la primera.