sábado, 14 de abril de 2012

El chico de la tele

Él chico de la tele estaba acá, en mi casa. No se como fue, todo se dio tan rápido que casi es imposible recordar.
Llego un poco antes de la medianoche, más tarde de lo que habíamos “arreglado”. Yo estaba segura, pero algo nerviosa ante su presencia, me sorprendió con un gran abrazo como saludo inicial. Aunque era claro que algo iba a pasar, era concreto desde un primer momento y casi pactado, la situación podía llegar a variar.
Ni bien llego no tardo en sacar sus víveres del bolsillo, y mientras el picaba y yo armaba, no dudo y me dio un beso con total impunidad.
Yo no podía dejar de mirar sus enormes y tristes ojos, le advertí que no quería llamarlo por su nombre de “ficción” pero que era probable que lo diga sin querer, él con su tono de voz tan particular me hizo saber que no le molestaba, por suerte nunca sucedió.
Mientras la noche se iba poniendo intensa, entre charlas, humo y un solo vino que tenia de casualidad todo fue fluyendo, hablamos mucho, me contó sobre su vida, yo le hice algunas preguntas y preferí casi no hablar de la mía.
Por momentos era inevitable escucharlo y ver el personaje, eso creí en un principio que era lo que me seducía, pero no. Los besos inmensos no se hicieron esperar, su cuantiosa boca fue directo a la mía y sus desmesuradas manos pasearon por todos lados. Su cuerpo infinito me envolvio.
Su sexo y el mío eran protagonistas del momento, enardecidos los cuerpos supieron encontrarse.
Su garbo en la intimidad era lo que me atraía, pero también me gustaba ese hombre tan alto como chiquito, tan oscuro como diáfano, tan rudo como frágil, tan seguro como indefenso, tan cierto como inconcluso.